La boina Elósegui: el clásico que vuelve a estar de moda

19/02/2019

La boina que aquí ve tiene años y kilómetros en el fieltro. Data de 1930 y suma incluso bolos en su haber. Lo cuenta Ander Astigarraga, director comercial de Elósegui: “Perteneció a mi abuelo, que cuando tenía 10 años estaba en el Orfeón Donostiarra y con ella recorrió media España”. Suerte que su madre la guardó, hoy es un pedazo de historia viva de la empresa que desde 1858 fabrica boinas como no hay otras. Como bien pudieron ser calcetin…

Esa fue la primera prenda en la que pensó Antonio Elósegui Lizargarate, un emprendedor de tomo y lomo que tras sus estudios en Alemania y Suiza, retornó a su Tolosa natal (Guipúzcoa) dispuesto a implementar lo que había aprendido sobre el textil industrial. “La primera idea fue el calcetín, de uso cotidiano casi obligatorio, pero luego le vino a la cabeza la boina, de la que ya había tradición de pequeños artesanos, a nivel casi familiar, que las tejían y tintaban en calderos en casa…”. Vamos, toda la industrialización por hacer.

Tan azarosa fue la cosa que registró la empresa como Boinas La Casualidad (1858), nombre que en 1920 mutó en Nietos de Antonio Elósegui, y que desde 1967 luce el apellido sin más, que en muchos países es sinónimo de este abrigado casquete de origen fronterizo y pirenaico donde ya se empleaba como defensa frente al frío. “Fue muy popular en toda España, pero los vascos la adoptaron como prenda y, como emigrantes, la dieron a conocer por el mundo”, explica el director comercial, que hace unos meses recibió al equipo de la televisión nacional japonesa que visitó la fábrica de lo que allí identifican como un icono europeo.

Icono vintage
Tricotada, redonda, con rabito, básicamente de color negro y con un poco de vuelo. Es la definición de la boina Elósegui, “¿Qué le podríamos cambiar?”, se pregunta en voz alta Astigarraga. Pues ni un pelo de la lana, he ahí el secreto de su resiliencia frente a las modas que en la última década, por cierto, la han devuelto a los escaparates. La única concesión es la paleta de colores, ampliada hasta 40 tonos, y las colaboraciones con firmas, con el público femenino y joven como objetivo.

Toca hablar de la materia prima, procedente de las antípodas, pues desde hace más de un siglo trabajan con lana de Australia (nombre precisamente de uno de sus modelos históricos). No porque la nacional no sea buena, no; Astigarraga tira de sistema métrico para explicar la razón. “Es de raza merina también, la cuestión es la finura de la fibra, por decirlo así. Si el diámetro de la española puede ser de 23 micras, la australiana, por la alimentación, el clima…, tiene entre 17 y 18 micras, que es la que nosotros compramos. El resultado se nota en el tacto de la boina”. Tejida, batanada, tintada y rasurada, sometida al mismo proceso artesanal que pervive tras 160 años de trayectoria, la prenda abriga, no cala el agua y no pica. Fundamental esto último, como toda cabeza tocada sabrá. Ander Astigarraga remata: “La idea es hacer el Rolls Royce de las boinas”. Y en eso siguen.

Boinas a 35€
Hacia 1900, Elósegui llegó a emplear a 300 personas y vendía 3.000 boinas al día. Hoy las ventas diarias suman 600 unidades en todo el mundo (hasta en Japón), unas 220.000 al año, con una plantilla de 25 trabajadores. con diversos modelos y un catálogo de 40 colores, la “top” de gama tiene un precio de 35 euros.

Publicado en www.expansion.com
Fecha de publicación 18/02/2019